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  • Foto del escritorVaquita de Falaris

El chico de la fiesta

Otoño de 2009, estaba en mis vientiymedios y era obligatorio ir a todas las fiestas y antros posibles. En ese momento Gerardo era “mi mejor amigo”, un incel católico que aguantaba pacientemente en la friendzone donde lo había colocado. Para buena suerte, también le encantaban las fiestas y bailaba no tan penosamente por lo que era uno de mis compañeros recurrente de pachangas. Una de ellas, la inolvidable, fue en el sótano/estacionamiento de la casa de otro amigo al que apodaban “el Konan”. La casa era horrible pero el ambiente se ponía muy bien la mayoría de las veces; en aquella ocasión llegamos temprano y curiosamente había más mujeres, las cuales no quitábamos la vista de un grupito de 4 chicos, uno de ellos un adonis. El encargado de la música comenzó poniendo salsas, si me preguntan: un acierto.



El adonis parecía mulato, muy delgado, pero de hombros anchos. ¿Recuerdan el lobo de las caricaturas que babea cuando aparece la chica guapa que canta? Así estábamos todas, y una tras otras se acercaban a conversar o a intentar bailar. El desfile de fracasadas iba y venía ante el chico que cortésmente las rechazaba. Comenzó “Tengo ganas” (muy ad hoc) y armada de valor gracias a dos cervezas, me acerqué a preguntarle si bailaba. Escuché fanfarrias en mi cabeza y calzones cuando con una sonrisa me respondió que si y me tomó de la mano para guiarme. Su olor era la mezcla perfecta entre testosterona y loción, sus ojos, vistos de cerca eran para derretirse, lo mismo sus labios carnosos y su barbilla cuadrada y fuerte; sabía bailar y yo trataba de mover mi cadera lo más sexy que podía. Cuando se acabó la canción, empezó otra salsa, más tranquila y no me soltó. Mi cuerpo ya estaba celebrando el triunfo cuando me preguntó.


  • ¿Y el chico con el que vienes es tu novio?

  • ¡No... como crees! - Click en mi cerebro - Es mi mejor amigo.

  • Ahhh pues vénganse con nosotros


Sin soltarme me llevó a donde estaban sus amigos y yo le hice una seña a Gerardo para que se acercara. ¿Qué toman? Le preguntó el Adonis a Gerardo, éste le dijo que cervezas y ante la cara de fuchi del Adonis complementó diciendo que preferíamos el vodka. El Adonis se sacó las llaves de su coche del pantalón y se las entregó a otro chico, encargándole que fuera por vodka y jugos, el otro, como si fuera un empleado, salió sin quejarse y regresó pronto. Para ser honesta, la decepción me duro 3 segundos, antes de empezar a disfrutar la situación. Gerardo nunca había dicho nada homofóbico, pero era machista y muy religioso, así que se intuía que no iba a ser el más open mind. Los dejé conversando (creo que ni siquiera lo notaron) y me fui a donde otros amigos a bailar y beber.

Tres horas más tarde, entre ebria y cansada me acerqué a Gerardo, que tampoco estaba pedo pero si en plan enfiestado, para pedirle que nos fuéramos. Temía que el Adonis fuera a insistir en que nos quedáramos, pero no, un caballero. Salió con nosotros, creo que para asegurarse de que viéramos cuál era su coche, el cual obviamente era muy llamativo y Gerardo le regaló admiración y muchos comentarios que me parecieron innecesarios.

Durante el camino a mi casa, Gus no dejada de hablar de su nuevo amigo.


  • Acaba de abrir un restaurante, me dio los datos para que vayamos la próxima semana, creo que le gustaste amiga.

  • Claro que no - respondí después de una sincera carcajada

  • ¿Qué? ¿Por qué crees que no?

  • ¿En serio no notaste nada raro?

  • No... ¿de qué?

  • Yo no le gusté, pero tu sí


Casi frenó de golpe además de dar un volantazo extraño, llevo el brazo atrás de su asiento, no entendí que quería hacer o que buscaba.


  • ¡Yo no soy gay!

  • Tú no pero el sí.


Encontró los kleenex y sacó un par que apretó en su mano derecha. Empezó a balbucear negativas e improperios... maricón, eso no está bien, idiota, horror.


  • ¿Por qué te ofende tanto? Es un chico guapísimo, es agradable, tiene un buen auto, le gustaste... ¿Por qué no darte un chance?

  • Porque eso no está bien


La forma tan cortante y seria con la que habló fue tan contundente que sentí que no debía hacerlo enojar más. Me callé y le subí el volumen al estéreo. Sonaba el único disco que parecía que tenía, los Auténticos Decadentes y su himno personal “los piratas”.

Se estacionó fuera de mi casa y bajé. Él estaba congelado por el enojo, no dijo ni pío cuando me despedí. Y es así como nadie ligó nada ese día. Tardó semana y media en volver a llamarme. Fin de la historia: Gerardo superó su trauma, trató con respeto a sus amigos de la facultad que más tarde salieron del clóset. Tuvo sus primeras experiencias sexuales con prostitutas y luego se casó con su primera novia en una bonita ceremonia frente a un altar a la virgen de Guadalupe.

Me pregunto si al Adonis le habrá ido bien con lo de su restaurante.

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