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  • Foto del escritorVaquita de Falaris

Con ganas de reincidir

Habría querido tener el celular a la mano para tomarle una foto a mis regordetes tobillos acariciados por el agua verdiazul del mar de Campeche. En la cabeza me molestaba una leve presión que no terminaba de convertirse en dolor y que gracias al menjurge con cerveza que me habían preparado se estaba reduciendo. Lo mismo el escozor en mi vulva, que ese sí, se convertía en dolor cuando apretaba los músculos, pero ese dolor agradable, que me invitaba a seguir repitiendo mentalmente todo lo ocurrido la noche anterior. Fuera de la cruda moral que sé que es provocada por los malditos químicos del cerebro que se confunden, en realidad… no tenía cruda moral. algo de sorpresa, nada de arrepentimiento y muchas -muchísimas- ganas de repetir.


Me encontré con Santino y Paula en playa bonita. Les pedí prestado un encendedor con la única intensión de poder fumar, pero amables, lo interpretaron como una invitación a conversar. Argentinos, muy agradables, y estarían al menos un mes más recorriendo el sur de México. Se nos fueron bastantes horas platicando, de esto y de aquello, de todo lo que a veces las personas en nuestros treinta y tantos tenemos en la cabeza, las ideas revolucionarias sobre la injusticia y cómo arreglar el mundo, que ya no son planes sino deseos utópicos que nos acompañan mientras bebemos todo el alcohol que el cuerpo nos permita. Cuando el sol nos abandonó, les seguí a su hotel, a pesar de que sabía que lo más sensato era dirigirme a mi hostal y bañarme… pero serían las cervezas, la playa, la comodidad, que el concepto de sensatez se volvió muy flexible en ese momento.

Debí de haberme imaginado que comenzar a hablar de besos era la puerta a dejar de hablar. Paula fue la primera en besarme, luego Santino. Nunca había besado a dos personas así, cuando aún tienes el sabor de la saliva de una y te invade el aliento de la otra persona. Fue como un flash que me sorprendió y me dejó ciega, pero me dejé llevar… recibí sexo oral de Paula mientras Santino miraba sin dejar de beber y fumar. Paula sabía lo que hacía, sus dedos presionaban mis labios mayores y su lengua recorría experta desde el acceso a mi vagina y hasta mi clítoris. La mejor mamada de mi vida, pero la presencia de su novio y lo extraño de la situación me distraían de llegar al orgasmo. Creo que ella lo intuyó y me pidió cambiar de posición. Ahora, se recostó cerca de su novio, que entendió también que era el momento de unirse a nosotras. Y acostada con las manos de Santino en sus pechos y los labios de este en su nuca, me invitó con sus bronceadas piernas a devolverle la húmeda caricia.

Nunca había tocado un clítoris que no fuera el mío, pero creo que no me fue difícil imitar con la lengua la presión que me gusta. Además de sexo, eso se convirtió en una aventura de geografía corporal. Usando dedos y lengua, descubrí lo diferente que es la piel de la vagina, la que rodea el clítoris, o la de los labios mayores. El sabor no es precisamente delicioso, pero el olor resultó ser mil veces mas agradable que cualquier cosa. Tampoco fui capaz de llevar a mi compañera al orgasmo, pero las ganas seguían creciendo. Me pidió que me detuviera y la besara, mientras acostada de lado se dejaba penetrar por su novio. Tenerla tan cerca de mi, jadeando entre mis besos me hizo calentarme como nunca, ni siquiera recuerdo haber pensado antes de decir “yo también quiero”.

En dos segundos o tal vez menos, ya tenía a Santino detrás de mi, colocándose un condón. Bendito sea que yo me había olvidado por completo de cualquier responsabilidad. Alcancé de ver de reojo su pene, no tan largo, mas bien ancho, anchura que confirmé cuando entró en mi con la suavidad necesaria para que sintiera a detalle como mis paredes vaginales se iban separando. Fue un alivio cuando empezó a embestirme con fuerza, le pedí a Paula que me dejara seguirla comiendo. No se bien cuanto estuvimos así, conmigo hecha una masa sudorosa entre los gemidos y olores de esa pareja, demasiado experta como para que esta fuera su primera vez. Mi primer orgasmo se anunciaba en forma de cosquillas que me recorrían desde las piernas y cuando me llevé los dedos al clítoris para frotarlo, Paula se movió le pidió a su novio que me pusiera de lado como a ella, pero deteniéndome la pierna en alto para que ella pudiera lamerme como le gustaba, manteniendo presionados mis rechonchos labios. Las penetraciones de Santino se hicieron mas lentas y cortas. Era el coctel perfecto, de lujuria, de ser estimulada en la forma correcta y las ganas de más, que me hicieron venirme, jadear como poseída y quedarme en blanco.

El resto de la noche fue repetir varias veces, maratón de sexo oral combinado con la potencia de Santino que se turnaba para penetrarnos. Desperté cerca de las 9 de la mañana, con la luz y el calor molestándome. Mucha sed y las ganas de lavarme el sudor, pero sin querer perder ese olor a sexo de tres que tenía impregnado sino en todo el cuerpo, si en mi nariz.

Creo que fingieron dormir cuando salí de su habitación tratando de no hacer ruido, dejando incluso las chanclas con las que había llegado. ¿Y si mejor, me hubiera quedado con ellos para desayunar juntos? Es que nadie me explicó nunca cual es el protocolo, ni siquiera en las películas hay escenas así. Ahora estoy aquí, caminando en la misma playa, con la facha mas despreocupada que puedo, esperando escuchar la voz de Paula diciéndome que tiene mis sandalias.


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