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  • Como LaCigarra

Matt

Miro sus ojos, no importa el hermoso color azul, la oscuridad de la noche hace que se vean negros, hondos. Los párpados caídos, un poco más el derecho que el izquierdo, es algo más que la edad, creo que siempre tuvo los párpados así. Me pierdo en las arrugas que bajan hacia sus mejillas y me reclamo a mi misma por ni siquiera saber su edad. No recuerdo tampoco de dónde es, solo recuerdo que se llama Matt, que su voz es poesía pura, como una canción cada vez que me dice que soy hermosa y lo afortunado que es de haberme encontrado. No me importa lo que digan, pero vivir es esto, disfrutar las cosas que nos sucederán por un momento, sin promesas, sin planes. Esta madrugada, él y yo, el olor a sexo, mi cabello enredado, cada uno con su respectivo boleto en la maleta para regresar cada uno a su ciudad, a su cama, a su trabajo y tal vez, a su pareja. Pero esta noche nueva, la primera del año es solo nuestra, la saliva, los orgasmos y el sudor.


Había sido el peor cierre de año, odiaba ese trabajo cuya toxicidad era directamente proporcional a lo oscura y fría de la oficina. Esperé a que me depositaran el aguinaldo y fui, directa y cordial a presentar mi renuncia a la estúpida de la contadora que infortunadamente la hacia también de jefa de recursos humanos… aunque todos dudábamos mucho de que fuera humana. Firmé lo que me pidió y me largué. Mi madre me preguntó cuando volvería, mientras me miraba, algo impaciente al llenar mi maleta de trajes de baño, playeras rotas y mis tenis más cómodos. Respondí con la mentira de que antes de navidad, al menos eso la mantendría tranquila, pero mi plan, era tratar de sobrevivir hasta la primera quincena de enero. No le mentí, le dije que estaría en Campeche. Viajar se ha convertido en mi válvula de escape, en mi razón de vivir. Pero no como el resto de mis amigos que ya están por llegar a la cuarentena. No he ido a Nueva York o París, tampoco he tenido que llevar críos a Disneyland. Lo mío es playa, sexo, alcohol y marihuana… a veces ir al bosque también viene bien, pero prefiero la playa, cien veces.


Dos semanas ya me habían dejado perfectamente bronceada y ya había tenido mi primera sesión de sexo delicioso con una pareja de argentinos en Playa Bonita, por lo que mis expectativas de aventura física estaban cubiertas. Llegué a Xpicob con una alegre tranquilidad, dispuesta a celebrar la noche de año nuevo como fuera, lo mismo me daba si me tocaba pasar la noche vieja en una hamaca en mi hostal mientras me brindaba conmigo misma con un poco de mezcal que si me salía una fiesta. Y nada más llegar al hostal, el ambiente ya era festivo. Había muchísimos extranjeros: españoles, chinos y creo, polacos (así es, puedo distinguir el mandarín, del japonés o el coreano, pero si hablamos de Europa, si no es francés, todo me suena a alemán). Sé que ÉL estaba ahí, desde que comencé a hacer conversación en la cocina-comedor, pero no entró en mi radar. Iba tan plena y llena de mi que no estaba buscando nada más. Pero por lo visto, el me echó el ojo desde ese momento. Los chinos estaban organizando el plan: brindis en el hostal y luego ir a un bar en el pueblo a continuar con la fiesta. Dije que si y me dispuse a visitar la playa para luego dormir hasta que llegara la noche.


Como si fuera una caricatura, me despertó el olor de la cena. Los dueños del hostal habían preparado unas baguettes de pavo que olían a gloria bendita de la creación ¡ah blasfemia!, tan solo el aroma era un orgasmo al paladar. Después de bañarme y medianamente arreglarme, me uní al resto. No me extenderé innecesariamente detallando la noche vieja: un poco de mota antes de cenar, el ritual de las uvas que sirvió para cagarnos de risa y el brindis antes de irnos al pequeño bar. La música estaba al suficiente volumen para dejar de pensar y solo bailar, y la marihuana me había provocado un escalofrío muy agradable en piernas, brazos y pecho que me provocaba bailar y sentir las ondas de la música recorriendo mi piel. Bailamos en grupo, algunos salían ocasionalmente para fumar, entonces noté que Matt no estaba. Una tontería, la verdad, apenas y nos habíamos prestado atención en lo que había sido la noche.


Cerca de las 2 de la mañana, una de las chicas me dijo que quería regresar al hostal. Yo aún me sentía de ánimos de continuar en mi desmadre, pero jamás dejaría a una chica sola, así que amarré al duende fiestero que vive en mí y caminamos juntas por el pequeño pueblo.


Acompañé a la chica hasta su habitación y me dirigí al patio que daba a la playa, dispuesta a seguir fumando hasta que el sueño me venciera (ojo que nunca me despego de mi mezcla somnífera) pero que maravilla que me encontré allí a Matt con otro chavo, fumando en las hamacas. Me invitaron y al poco rato, el otro muchacho, seguro a sabiendas de lo que ocurriría, nos dejó solos. Comenzamos hablando, primero en su mal español y luego en nuestro mal inglés sobre reflexiones ñoñas de año nuevo, la inmortalidad del cangrejo, el sentido de la vida y filosofía marihuanera, y una cosa llevó a la otra y comenzamos a besarnos. De hecho, el lanzó el primer beso, decidido, firme, atrapando mis labios entre sus pequeños dientes. Pero entre cada suave mordida a mi labio inferior se detenía a mirarme y decirme cosas que apenas y entendía.


Dejamos las hamacas y caímos en unas tumbonas dobles aún más cerca a las olas, que esa hora brillaban entre azules y moradas, y sería el viaje, pero las vi y las imagine excitadas, celebrando lo que estábamos por hacer Matt y yo, Nos sacamos la ropa un poco apresurados por sentir la piel del otro, pero el resto no fue apresurado. Me besó con toda calma, lamiendo y succionando mis senos, los pezones, las costillas, mi cadera, mis muslos… y cuando mi clítoris exigía ser tratado de la misma forma, el señor aún bajo a mis pies, incrementando las malditas ganas que ya me comían. Por fin, me dio sexo oral. Estupendo sexo oral, con su lengua recorriendo toda mi vulva y alternando con chupetones en mi clítoris, metiendo apenas las puntas de dos dedos en mi vagina. El primer orgasmo fue rápido, creo. Después, me hizo voltearme ponerme de espaldas a él, pensé que me penetraría o me pediría que se la mamara, pero no… comenzó a besar mi nuca, lo cual me generó escalofríos que se mezclaban con los espasmos del orgasmo: delicioso. Bajó con sus besos y caricias por mi espalda, mis nalgas y algo que no me gustaba, buscó con su lengua mi ano. Quise quitarme, recordando las ocasiones que mi ex lo intentó y que no me gustó, pero sería el conjunto de todo lo placentero que llenaba mi cuerpo, que me dejé hacer. Sentía como claramente su lengua entraba en mi. Con los dedos de su mano derecha me penetraba vaginalmente. Podía sentirlo buscando mi punto G. Este hombre sabía lo que hacía. Me vine a chorros, eyaculando como hace tiempo no lo hacía.


Dijo algo en su idioma, inteligible, pero que sonaba tan oscuro y cachondo que no dejaba que la excitación se me pasara. Me acosté sobre mi espalda y lo miré acariciando su pene, escupiendo en su mano para lubricarlo. Era exactamente el miembro que le correspondía a un hombre cómo él, muy largo, delgado, con muy poco vello, tan corto como el de su barba. Se acostó sobre mí, penetrándome, era delicioso como tocaba mi fondo. Estuvo así un rato antes de pedirme que pusiera mis piernas sobre sus hombros. Se vino entre jadeos y palabras obscenas, pero continuó con la suficiente fuerza para hacerme venir de nuevo.


Se acostó junto a mi y dormitamos bajo la luz azul que anticipa la mañana. Miré el mar; habría dejado de brillar, como si todos hubiéramos tenido ya los suficientes orgasmos y fuera hora de descansar. Dormimos enredados y desnudos en esos camastros hasta que la luz se hizo molesta y fuimos a mi habitación. Dormimos el suficiente tiempo para que yo prefiriera dar por perdido mi boleto al siguiente destino (afortunadamente era autobús), y luego continuamos haciendo el amor lo que quedaba del día. Apenas y comimos, fumamos tal vez más de lo ideal, pero seguimos cogiendo hasta que llegó el momento en que mi vagina ardía y el colchón estaba empapado. También él, comenzó a quejarse de dolor en la parte baja de su pene.


Al día siguiente, antes de subir a la Van en la que viajaba con sus amigos, como despedida, me levantó en sus brazos, girando y luego me besó en la frente. Se fue sonriente y haciéndome señas graciosas por la ventanilla. No siquiera intercambiamos las direcciones de IG. Mejor así.


Me quedé un par de días más en esa playa, fumando menos y comiendo más. Pero mi yo adulta interior comenzó a joderme con la falta de protección, por lo que decidí que sería un buen momento para regresar a casa y no gastarme lo que debería utilizar en análisis. Soy una persona que así como le gusta disfrutar, le gusta sufrir, así que admitiré que también me di gusto preocupándome por un posible embarazo o enfermedad. Pero meses después, todo salió ok. Tal vez la mejor aventura de mi vida y con cero complicaciones. Incluso… algunas veces, mientras tengo relaciones, recuerdo el sexo con Matt, y mis orgasmos se convierten en el mejor viaje en el tiempo.

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